domingo, 18 de octubre de 2015

REVOLUCIÓN INGLESA 1688 ( LA GLORIOSA)

REVOLUCIÓN INGLESA 1688




La Revolución Gloriosa fue el derrocamiento de Jacobo II en 1688 por una unión de parlamentarios y el Estatúder holandés Guillermo de Orange, que dio lugar en Inglaterra.

La Revolución está fuertemente asociada con los sucesos de la Guerra de los Nueves años de la Europa Continental y se puede ver como la última invasión con éxito de Inglaterra. Puede argüirse que con el derrocamiento de Jacobo comenzó la democracia parlamentaria moderna inglesa: el monarca nunca volvería a tener el poder absoluto, y la Declaración de Derechos se convertiría en uno de los documentos más importantes de Gran Bretaña. La deposición del monarca católico Jacobo II acabó con cualquier oportunidad de que el catolicismo fuese restablecido en Inglaterra, y también condujo a la tolerancia de los protestantes no conformistas.


ANTECEDENTES DE LA REVOLUCIÓN

Tras la época de la implantación de la República por Oliver Cromwell(1649-1660), la monarquía absolutista y autoritaria fue de nuevo instaurada en la persona de Carlos II (1660), monarca inteligente que supo mantener el orden en un país en el que las cuestiones religiosas comenzaban de nuevo a encenderse. En 1662, fue aprobado por el parlamento un conjunto de normas conocidas con el nombre de código Clarendon, debido a su adalid principal, el puritano Lord Clarendon,
Al mismo tiempo, comenzaban los problemas derivados de los diferentes conflictos bélicos en los que Inglaterra tomaba parte. Por un lado, la venta de Dunkerque a los franceses suscitó bastantes recelos por parte del parlamento y de la opinión pública. A raíz de ello, y pese al éxito de la lucha contra España (batalla de Villaviciosa, 1665), el descontento popular iba en aumento, sobre todo por los reveses sufridos en la guerra que Inglaterra había iniciado en 1665 contra las Provincias Unidas. Sin embargo, este hecho y la alianza que Carlos II mantuvo con Luis XIV de Francia por la que proclamó la libertad de cultos, incluidos los católicos, exasperaron tanto al pueblo como al Parlamento.

 
Oliver Cromwell


Los últimos años del reinado de Carlos II estuvieron marcados por el problema de la sucesión al trono. Parte de los parlamentarios, principalmente los whigs, presentaron dos leyes destinadas a fundamentar la futura monarquía parlamentaria: la Ley de Exclusión (Bill of Exclusion) por la que pretendían alejar del trono inglés a cualquier católico, y el Bill del Habeas Corpus, por el cual se quería garantizar la libertad del individuo frente a cualquier arbitrariedad monárquica que derivase en una detención injusta. El mejor presentado al trono era el hermano de Carlos II, Jacobo, duque de York. Sin embargo, los whigs le rechazaban por su catolicismo y preferían a su hija María o incluso al duque de Monmouth, hijo natural de Carlos II. Los continuos enfrentamientos entre ambas cámaras parlamentarias tuvieron su réplica militar correspondiente, aunque en el ambiente pesaba demasiado que nadie quería una  nueva guerra civil. Así pues, Carlos II gobernó desde 1679 hasta 1685 como un monarca absoluto, al haber disuelto las cámaras de los lores y de los comunes violando, en consecuencia, el Trienal Act, que obligaba al monarca a convocar un parlamento al menos cada tres años. En su lecho de muerte se convirtió al catolicismo.
Las luchas entre los diferentes parlamentos por aprobar las leyes anteriormente citadas no lograron evitar que el duque de York sucediese a su hermano como Jacobo II. En los primeros momentos de su reinado contó con el apoyo tácito de varios sectores del Parlamento que le ayudaron a vencer una importante sublevación de Escocia y Cornualles. Sin embargo, a la derrota de los insurrectos, siguió una terrible y sangrienta represión que levantó las iras de la opinión pública. Además, en abril de 1687, la imprudencia de Jacobo II llegó a límites temerarios: en una formal reunión parlamentaria con el objetivo de reclamar más dinero al erario público, Jacobo II pidió la abolición del bill del Habeas corpus y del bill of test, prueba de anti-catolicismo de todos los parlamentarios, así como el mantenimiento de un ejército permanente, pero el Parlamento se negó a cualquier concesión.
Jacobo II continuó con su política a favor de los católicos, patrocinando la estancia en Londres dirigiendo a la población a convertirse a la religión romana, además de permitir la entrada en las islas a las órdenes religiosas católicas. Para complicar aún más la cuestión, el 30 de junio de 1688 nació Jacobo Eduardo, primogénito de Jacobo II cuyos derechos de sucesión primaban sobre los de su hermana María.


CONSECUENCIAS

Realmente, el texto del Bill of Rights no es novedoso, sino que está basado en los principios que regían el reino desde tiempos medievales. Sin embargo, la Revolución Gloriosa tiene como punto culminante el reparto de poderes entre el rey y el parlamento, lo que dio por finalizada la espinosa cuestión que había llevado al país a conocer desde un gobierno republicano hasta una monarquía sesudo-católica. Con la aprobación del Toleration Act unos meses más tarde, que permitía la libertad de culto a las minorías protestantes no anglicanas, aunque no a los católicos, se puso, a su vez, fin al problema religioso. Todo el entramado de relaciones socio-políticas inglesas será excelentemente enunciado por el filósofo John Locke en su obra Ensayo sobre el poder civil (1690), en la que se describe el modelo inglés como la forma política más adecuada para todos los países europeos.

 
John Locke


Lo que más llama la atención de la Revolución Inglesa es el hecho de que una cuestión tan sumamente complicada como es la deposición de un nuevo rey y el reparto de poderes entre éste y el Parlamento se llevase a cabo sin el habitual derramamiento de sangre. Los partidarios del rey Jacobo II, denominados comúnmente jacobitas, se refugiaron en Escocia, sobre todo en las Highlands, y en Irlanda, donde aún podían mantener a salvo su catolicismo. La represión contra los habitantes de esos países fue sangrienta y brutal, llegando a desaparecer casi en su totalidad en Escocia. Por lo que respecta a la católica Irlanda, el problema es tan actual que, nuevamente, pasado y presente de la Historia se confunden en una auténtica paradoja.




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